La historia de este municipio y la de la mayor propiedad que se incluye en sus lindes se ha fundido en una a lo largo de los siglos. El vínculo entre ambos trasciende lo económico, lo histórico y lo cultural. Así, esta relación entre el hombre y la tierra ha definido la identidad castellarense con más fuerza que cualquier otro elemento.
El bosque mediterráneo de estas 16.000 hectáreas es el que ha hecho al castellarense tal y como es. Tal y como ha sido.
Una relación, pueblo y tierra, que nunca fue fácil, pero sí obligada.
La Almoraima ha sido, a través de los siglos, la tierra de señores, condes y reyes, la tierra desamortizada, la tierra del ayuntamiento, la tierra de la comunidad gestora agrícola republicana, la tierra legítima comunera de la Boyal negada por siglos, la tierra de Rumasa, y finalmente, ahora, en la actualidad, es tierra del estado.
El pueblo castellarense, como el pueblo andaluz, ha estado marcado por la dependencia absoluta de sus habitantes a las viejas estructuras económicas y sociales de unas tierras de señorío que el paso de los años no lograba modernizar. Pueblo pobre, sometido, lleno de almas dignas de trabajo incansable, de sol a sol, corcho, carbón, bestias, frío y hambre.
En 1968, propiciado por el Plan de Desarrollo del Campo de Gibraltar, el Instituto de Colonización expropió 700 hectáreas de tierra a la empresa Almoraima S.A. con la finalidad de crear un pueblo de colonización en las cercanías de la estación ferrocarril Almoraima. Así, en 1971, nace el pueblo nuevo de Castellar, en tierra conocida y cercana, y se escribe un nuevo capítulo de su historia.
El cambio en la propiedad de la tierra corría a la par de los nuevos aires para hombres y mujeres. Así, con la llegada de la democracia, las nobles gentes de Castellar rompían definitivamente las ataduras que les unían a un pasado de dependencia señorial. El pueblo de Castellar, en la actualidad, es un pueblo libre y en constante progreso.
En estos últimos 31 años de estabilidad democrática en nuestro país, el campo andaluz ha sido sujeto de inversiones estatales y europeas que permitieran que su aprovechamiento continuara siendo un sustento económico para andaluces y andaluzas en libertad de ejercer su derecho al trabajo dignamente.
En el año 1982, con una democracia todavía balbuceante pero firme en sus primeros pasos, el gobierno español expropia esta finca castellarense al presidente de Rumasa, José María Ruiz Mateos. Así, el gobierno pasa a hacerse cargo de su gestión directa.
Han sido muchos los vecinos de nuestro pueblo los que a lo largo de todos estos años han venido prestando sus servicios en esta Empresa, desde su creación.
Desde los que desde la Casa Convento se dedican al Sector Hostelero, como camareros, cocineros, limpiadoras y recepcionistas. Hasta los trabajadores que desarrollan sus labores en la Finca.
Corcheros, ganaderos, forestales de montes, mecánicos, el personal que se dedica a la preparación del corcho en el patio, guardas, tractoristas … y un largo etcétera de personas que se han venido ganando su sustento gracias al trabajo que ha ofrecido La Almoraima.
En la actualidad, algo más de un 90 % de la plantilla, son vecinos de Castellar, vecinos que obviamente han venido trabajando con la finalidad de obtener una remuneración, pero que al mismo tiempo y gracias a los cuales la Finca ha podido dar sus frutos a lo largo de estas décadas.
Vaya el homenaje que hoy este Ayuntamiento quiere brindar a todos y cada una de estas personas que han hecho posible que los recursos que la finca ofrecía pudieran recogerse, y no solamente a los trabajadores que en la actualidad se encuentren en activo, sino a todos aquellos que ya disfrutan de una jubilación, o de aquellos otros que lamentablemente no se encuentran entre nosotros.