Mi gratitud es aún mayor sabiendo que este año, justo dentro de poco mas de un mes, se cumplen 50 años. Otro 50 Aniversario que va unido al de la creación del Nuevo Pueblo de Castellar de la Frontera que ya celebramos en nuestro pueblo este pasado 2022.
Fue entonces hace 50 años, medio siglo, amigos y amigas; con la llegada del Santísimo Cristo de La Almoraima a nuestro templo, hoy Santuario. La llegada “del Cristo” a nuestro pueblo para no marcharse nunca jamás.
A lo largo de su intervención, José Antonio Ledesma destacó la Salida procesional de Nuestro Padre Jesús Nazareno, especialmente en los años en los que sus salidas procesionales eran en el Castillo-Fortaleza de Castellar, así como la salida en el Nuevo Pueblo de la imagen de Nuestra Señora de las Angustias, cofradía a la que él pertenece en su San Roque natal.
Y por allí siempre andaban todos los días del año pero muy especialmente el día de la Romería, entre vocación y profesión, los guardas Hermanos Juan y Manuel León Vargas que, entre otrascuestiones, velaban para que el Cristo estuviera siempre en su altar y nunca a nadie se le ocurriera nada que no fuera que la bendita imagen estuviera cerca de los Chisparrero.
Guardas y capataces de La Almoraima que se conocían todos los caminos, senderos y terrenos, si. Pero también Guardas del Cristo de La Almoraima hasta que un día se vino para nuestro pueblo...
Era de madrugada, aún no habían salido las claras del día. Se fueron muy temprano en aquella madrugada del día 4 de Mayo, viernes, de 1973. Muy temprano. El Cura Paco les había escogido con mucha discreción y sigilo. “...aquí nadie puede decir nada. O no nos lo dan, pero mañana por la mañana nos traemos el Cristo desde la Casa Convento, así que calladitos y atentos para que quedemos a primeras horas cuando amanezca,…”.
Pero Fernando Oncala, Juan Ruíz -Juan Pepa-, Juan Delgado “Tirantes” y Paco García, entre otros, se fueron muy de madrugada.
Aquella noche no durmieron ninguno de ellos. A las 3 de la mañana se fueron despacito y a golpe de cigarrillos esperaron cerca de la Casa Convento a que fueran las claras del día.
Justo desde el momento en que el Cristo de La Almoraima tocó suelo nuestro, en el pueblo, las campanas empezaron a redoblar con fuerza en la Iglesia y la gente empezó a salir a la calle entre lágrimas, rezos y gritos de ¡Viva el Cristo!. Un altavoz de entonces avisó a los vecinos que aún no se habían enterado del gran acontecimiento durante tanto tiempo esperado... y entre abrazos, emociones, lágrimas y nervios llegó a la Iglesia el Cristo del pueblo, el Padre redentor que dió su vida en un madero para salvarnos a los pobres de esta humanidad tantas veces perdida y a la deriva...